¿Trabajar hasta morir?

Estamos deseosos de ir a trabajar, término más utilizado "producir".

Durante décadas los guayaquileños hemos convertido al trabajo en un tótem intocable al cual rendimos culto.

Hemos glorificado el sacrificar todo por sentirnos héroes de nuestro propio drama, reemplazando la comida de casa por comidas en la calle, hemos intercambiado el tiempo de nuestras familias, de nuestra salud, de nuestro descanso por una supuesta libertad financiera.

Podríamos especular que el alta tasa de mortalidad en Guayaquil no solo se deba a servicios de salud  ineficientes, sino a pésimos hábitos adquiridos, como una dieta des-balanceada, ausencia de actividad física y casi nada de tiempo de ocio, realidad alarmante, se calcula que el 67% de los guayaquileños tienen algún tipo de sobrepeso. Con cuerpos así de estresados cualquier virus puede desencadenar daños severos y como hemos visto, la muerte a gran escala.

Ahora estamos como perros amarrados ladrando esperando un silbato que nos diga salgan, pero ¿Para qué?, ¿Para volver a lo mismo?, será que con la excusa de recuperar lo perdido saldremos a trabajar sin cuartel, exponiendo nuestra salud con el agravante de un organismo invisible que se esparce como el polvo, esa actitud nos podría enfrentar a un segundo brote y por tanto un segundo confinamiento, que sería aún más trágico para nuestra deteriorada economía y salud.

Es hora de pensar en un cambio de modelo productivo, aprendamos de otras sociedades donde por poner un ejemplo a la hora de almuerzo la gente va a comer a su casa (así contaban los abuelos que era antes).Un pueblo con salud es un pueblo próspero.

El Covid llegó para quedarse y así cada vez que nos salgamos del camino de la auto-disciplina nos va a dar un jalón de orejas para recordarnos que somos frágiles y que la vida no está comprada.

¿El nuevo Guayaquil emergerá de las cenizas del anterior? , dependerá de nosotros.